Tú, pequeñajo, tenías muchas y lograste realizar una por una y creo que satisfactoriamente, de momento no he escuchado ninguna queja, por lo menos de mi parte no la tienes y sólo, al pensar en ti se me ocurre una palabra: GRACIAS.
No me canso, ni me cansaré nunca de darte las gracias, gracias por haber existido, por estar aquí, pero sobre todo, gracias por haber guiado mi camino, por atarme, todo lo que he tenido que escuchar por haber tomado esa decisión ha merecido la pena, sin duda.
Y ahora te miro llorando de felicidad y con una gran sonrisa en la cara porque gracias a ti he encontrado el camino que buscaba.
Tú misión era hacernos felices y sólo faltaba yo... Gracias por haberla cumplido con un éxito rotundo (que pena que no estés aquí para ver cada mañan mi sonrisa cuando pienso en él...)
Espero que la mía sea tan larga y bonita como la tuya...
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