....cómo llegó hasta allí, pero una buena tarde de verano un caballero del Imperio apareció en los lindes del bosque de Athel Loren, quizás llevado por la curiosidad de todas las leyendas que contaban los Hombres de esos lares, o quizás por la guerra que se cernía allí: Skavens contra Elfos Silvanos, el Imperio podía decir mucho en el desenlace de esa guerra. Sea por la razón que fuese, paseaba en su maravilloso corcel blanco admirado por la belleza de los bosques de Athel Loren. Mientras escuchaba el maravilloso cantar de los pájaros que revoloteaban entre las ramas, le pareció ver la figura de una hermosa mujer. Su corazón empezó a palpitar velozmente y enamorado de su belleza fue tras ella. La hermosa dama huía de él riendo juguetona. De repente frenó en seco y su belleza se transformó en una criatura horripilante. Las manos blancas como la nieve se transformaron en ramas, poco a poco la bella mujer se transformó en un árbol dispuesto a matarle. El caballero la apuntó con su arcabuz, pero antes de que pudiese realizar su disparo, otra de esas horribles criaturas se lo quitó de las manos. Cuando quiso darse cuenta estaba rodeado y antes de que pudiese pestañear de nuevo le atacaron. Su vista se nubló y su mente no pudo retener nada más de lo que sucedió en ese momento.
Dos días después se despertó en la orilla del Lago de Luna, se respiraba una tranquilidad que nunca había sentido y de fondo oía un hermoso canto procedente de la voz más bella que jamás había oido. De repente el cantó desapareció.
-¡Por fin te despiertas! Pensé que no ibas a hacerlo nunca.
El Caballero buscó su arcabuz sin resultado.
-¿Buscas esto?.- dijo la voz entre risas. Conseguí quitárselo a una Dríade antes de que lo destrozase de un golpe.- Se acercó a él.
-¡Aléjate de mí mostruo!.- gritó el Caballero desarmado. Intentó levantarse pero le fue imposible.
-¿Monstruo? ¿yo?, tras reirse de forma pícara se miró en el agua. Vale, ya sé que me acabo de levantar pero tampoco estoy tan mal ¿no?
-¿Cómo se yo que no eres una Dria... Dricosa de esas?
-¿Una Driade? No... no tengo cara de árbol viejo, se volvió a reir.
-¿Qué eran esas cosas?
-Más tarde te respondo a esa pregunta, ahora lo más importante es ver como siguen esas heridas, un poco más y no lo cuentas.
La joven Elfa se acercó al Caballero, él se alejó un poco.
-Nadie más sabe que estás aquí, dependes de mí, has firmado tu condena de muerte en cuanto cruzaste el Bosque. Tienes dos opciones: o confías en mí o la muerte. Yo puedo ayudarte a salir de aquí.
-¿Por qué haces esto?
-Las razones no son importantes, ahora dejame ver como estás.
El Caballero, con un poco de desconfianza, dejó que le curase, no le quedaba más remedio que confiar en la Elfa que le había salvado la vida.
-Todavía necesitas unos días más de reposo, va a ser difícil mantenerte oculto pero si somos discretos lo conseguiremos.- dijo con una gran sonrisa.- Claro tienes que poner de tu parte así que no te muevas ni hagas ruido.
-Me portaré bien, lo prometo, todo sea por salir vivo de aquí.- dijo el Caballero entre risas.
-Sólo podré estar contigo un ratito al día, de todas formas si necesitas cualquier cosa puedes llamarme, sólo tienes que tocar esta pequeña flauta y vendré aquí. Ahora tengo que irme, me están esperando, mañana por la tarde volveré. ¡Cuidate!
-Pero... y ¿esto...?, ¡eh! ¡espera!
La Elfa ya había desaparecido. El Caballero se durmió mientras miraba la flauta.
Todas las tardes la joven Elfa lo acompañaba y le contaba las historias de su gente de cómo habían sido desterrados de Coeth Mara y de cómo su familia por venganza planeaban una alianza con los Altos Elfos.
-Ahora mismo uno de mis hermanos está de camino para reunirse con el príncipe Althran, pobre iluso... se cree que le va a recibir... Bueno yo ya he hablado mucho, ahora te toca a ti, ¿qué te ha traido hasta Athel Loren?. Pero un ruido interrumpió su conversación.
-Nos han descubierto, tenemos que irnos, ¿puedes levantarte?
-Creo que sí.- respondió él.
-Voy a por tu caballo, no te muevas, no tardo nada. Salió corriendo.
El caballero miraba a todos lados, oía ruidos alrededor suyo pero no veía nada. Los forestales le acechaban desde diversos ángulos. Cuando uno de ellos se dispuso a disparar su arco, su corcel llegó a galope.- Sube, tenemos que salir de aquí.
El Caballero se subió a su caballo con dificultad, se agarró a su cintura y salieron al galope de allí. Le llevó por varios caminos hasta las afueras de Athel Loren, se alejaron bastante, quería dejarlo en un lugar seguro.
-Creo que nuestros caminos se separan aquí....- dijo ella.
-Si... parece que si...
-¿Podrás ir solo? Todavía no estás completamente recuperado.
-No te preocupes, estaré bien. No sé como puedo agradecerte todo lo que has hecho por mí estos días.
-Saliendo vivo de esta.- dijo entre risas. Es mejor que te vayas ya, vienen a por ti, creo que podré entretenerles un rato, mmm... me apetece jugar un rato con la espada, lleva muchos días sin emociones fuertes.- La desenvainó.- Cuidate Caballero y no vuelvas por aquí, es demasiado peligroso.
-Toma tu flauta ya no la necesito...
-Quédatela como recuerdo por tus aventuras en Athel Loren. Se contará la leyenda de como un Caballero del Imperio regresó vivo tras haber llegado a las profundidades del bosque.- Le guiñó un ojo.- Hasta más ver, valiente Caballero. Y se dispuso a salir corriendo espada en mano.
-Espera, ¿puedo saber cómo te llamas?-preguntó con curiosidad.
-Tenanye.- respondió y se fue corriendo mientras una lágrima caía por su rostro.
-Gracias Tenanye.- dijo el Caballero mientras se subía a su caballo, se colocó el arcabuz en la espalda, miró como corría hacia el bosque y se marchó.
(Continuará...)